Pontevedra se despide de un torero de leyenda
Julián López, con dos faenas extraordinarias, sale a hombros del coso de San Roque con tres orejas
Morante y Manzanares no estuvieron a la altura de “El Juli” en el cierre de la feria
Manuel Reiriz
“El Juli” siempre ha disfrutado de una conexión enorme con la afición de Pontevedra. Desde sus comienzos cuando banderilleaba las reses que posteriormente les cortaba las orejas recibía cánticos y aplausos que lo encumbraban en el coso de San Roque. Ayer, en una tarde tan emotiva en ocasiones, bordó el toreo.
Tanto con el capote como con la muleta, el oficio y el dominio de los medios ante sus dos enemigos Cazador y Costalero, se convirtió en ocasiones en una auténtica borrachera de pases ante el entusiasmo de sus seguidores que sin discusión alguna ayer era toda la plaza.
A su primero que brindó su muerte desde los medios, y a pies juntos bordó el toreo. Un veterano aficionado que se encontraba a mi lado, tremendamente emocionado decía: “Julián todo lo que hace lo hace bien”. Y así lo entendió toda la plaza incluyendo al presidente, que premio con dos orejas su faena precedida de una entrada a matar como si de un novillero con ganas de comerse el mundo fuera.
En su segundo, más de lo mismo y mejor. Pese a ser premiado con una sola oreja, la calidad de la faena y su profundidad no desmereció a la de su primero dejando en nuestras retinas una melodía de muletazos que resultarán inolvidables.
Tanto que un abuelo entusiasmado le decía a su nieto: “Cuando pasen muchos años podrás contarle a los tuyos: 'Yo estuve allí, el día que Pontevedra despidió a un torero de leyenda'”.
Reconozco que a este humilde narrador Manzanares le tiene conquistado. La elegancia, su profundidad y la forma de entender a sus enemigos lo convierte en la mayoría de las ocasiones en una fusión entre el torero y su enemigo que rezuma exquisitez por todos los lados. Una pena que el respetable, aún emocionado por lo que había hecho “El Juli”, no conectó con la labor del diestro. El posiblemente mejor toro de la tarde, Aviador, que resultó noble y bravo hasta su muerte, se acopló muy bien a la muñeca de José María que finalizó con una buena estocada ayudada con un puntillazo. Fuerte ovación recibió desde los tendidos.
En su segundo, el de Santiago Domecq bautizado como Remilgoso, su lidia sí conectó con la plaza y de qué forma. Desde los medios y con unos muletazos profundísimos alcanzaba cotas de presagio de algo grande, que no se culminó por la espada. Sin embargo Manzanares salió satisfecho de San Roque. La ovación de despedida así lo significaba.
¿Y Morante? Los morantistas, que no son pocos en la ciudad del Lérez, no terminan de tener suerte. Ayer parecía que sí iba a ser el día sobre todo por el conjunto capa y muleta que desplegó el de La Puebla sobre el albero de San Roque. Juglero, su enemigo resultaba incordioso hasta llegar a casi desarmar al diestro en dos ocasiones, pero un Morante entregado ligó muy buenas series que, acompañado de una muy buena estocada, recibió una oreja desde la Presidencia.
Y en su segundo llegó la bronca. Morante o no supo o no quiso entender a su enemigo. Quizá simplemente no le gustaba. Se limitó a trastearlo levemente decidiendo entrar a matar sin haber ligado un solo pase. El follón fue notable, el respetable entendió muy poca entrega por parte del diestro y lo despidió con una bronca que dejó muy mal sabor de boca en sus seguidores
En definitiva, arde histórica. Ayer Pontevedra vivió la despedida de uno de los toreros legendarios de la tauromaquia española. El tiempo siempre pone a cada uno en su lugar y los toros más.
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